lunes, 23 de marzo de 2009

Persona, con p de Polinesia.

Este adelantado verano que estamos teniendo en Madrid me hace echar de menos la posibilidad de coger el coche y marchar a tomar una sidra a Tiñana, tomar el sol en Xagó, echar un Trivial en Ules, Nestea en mano... Ir con gente que quieres a cualquiera de esos pequeños rincones en los que debería estar prohibido permanecer menos de dos horas. Revitalizan. Eso sí que son spas, de sparcer (asturianada). Lo siento, Coca Cola, pero esa es la chispa de la vida.

En esta escala de grises metropolitana lo más parecido es tirarse en el césped, que no prao, del Retiro con cuidado de no pisar una mina de perro.

Manteniendo el equilibrio sobre esta línea de pensamiento, vi a una señora y a su hijo, pequeño, ambos de rasgos polinésicos, en el metro esta mañana y mi nostalgia quedó reducida a polvo, de ese del que estamos hechos y en el que nos convertiremos. Recuerdos hechos cenizas.
La señora iba vestida de negro; se me antojó que de luto por ese paraíso natural que las circunstancias le arrebataron. Una libélula verde, pequeña y brillante lucía en una solapa. Una ofrenda al muerto.

Puede que a partir de un momento haya tenido que dejar de observar su vida tal y como era. Se vería incrustada torpemente en una atmósfera de 256 colores sucios de bombilla de bajo consumo, de neón, de fluorescente, de prejuicios y asociaciones confusas para alguien que conoce la referencia primera de los colores, la original, el ciclo de la vida manifestada a través de pigmentos para los cuales los bits necesitarían trillones de estados: naranja butano, rojo putón, rosa chicle, azul cielo (¿seguro?), verde agua (¿seguro?), amarillo limón (¿seguro?)...

¿Será esto como quedarse ciego, pero del alma?

El resto de los sentidos se hiperdesarrollarán: el claxon de los coches será cada vez más insoportable, como ultrasonido de caza; el olor de la calle y los perfumes serán nauseabundos; los colorantes y conservantes se aferrarán al esófago como las raíces de un árbol a tierra húmeda y treparán por la garganta como verdaderas vegetaciones; el agua agredirá la piel, ésta se escamará y la persona se convertirá en un puzzle de sí mismo.

El caso es que hay situaciones en las que no ver es el mejor filtro para la conciencia y la indignación, como por ejemplo que en un vagón de metro grande y lleno a reventar solamente una persona le ceda el asiento a un invidente en el mismo momento en que lo descubre en el vagón. A las 18:53. La hora perfecta para ser persona. Como todas las demás horas.

La persona en cuestión era un chico de rasgos polinésicos, precisamente.



El olor a humanidad es pestilente porque la humanidad es pestilente.

jueves, 12 de marzo de 2009

Amarillo Watchmen limón.

¡12 de marzo y hace un día especular de primavera! Los estudiantes florecen en el césped de Ciudad Universitaria y llaman a las puertas de la percepción con sus cachimbas de colores a pleno sol, a plena mañana laboral, a plena juventud y con la defendida certeza de que a este ritmo no seguirán haciendo lo mismo a los cincuenta a pleno sol, a plena mañana laboral.

Los niños van de excursión por Madrid, cogidos de la mano, por parejas, comunicándole al mundo a pleno pulmón (a pleno sol, a plena mañana laboral) la cantidad de elefantes que se balancean sobre la tela de una araña. Son como pequeños periódicos ambulantes, futuristas, de Greenpeace, pero con mandilón, voz chillona y plastilina bajo las uñas.

La plastilina... Ese material que sólo es homogéneo e isótropo cuando aún está envuelto en el plástico y le echa un pulso a la física asegurando que mezcles los colores que mezcles, el resultado final es negro. Sobre todo bajo las uñas de pequeñas personas de 4 años. Aquí he de confesar que nunca entendí por qué regalaban un cuchillo de untar mantequilla con la plastilina. En mi casa ya teníamos, así que nunca fue necesario usarlo.

A mí y a los de mi quinta, además, nos tocó estrenar esa plastilina comestible llamada Play Doh. Qué mal olía. Aún la fabrican. En sus inicios fue un limpiador de papel tapiz, pero los críos empezaron a modelar con él, una cosa llevó a la otra y terminaron por venderlo como plastilina comestible. Está compuesta por harina, agua y sal (¡y una gota de elemento X!). Nada, que le echas un par de huevos, con perdón, nocilla, la metes en el horno y te queda un brownie de puta madre.

Supongo que es equiparable al Don Limpio. Igual pensabais que Don Limpio Limón era para que oliese a limón el suelo del baño. En el suelo del baño acabas, pero lo de oler a limón... El Bacardi Limón es a Don Limpio Limón lo que la Pepsi Twist a la Coca-Cola al limón. Lo que pasa que estas cosas sólo se ven en Madrid limón. Como hay tanta mierda limón en el ambiente limón, la gente limón se busca la vida limón y evoluciona el concepto limón de limpiador limón de baño limón o de cocina limón. La intersección limón de éstos es el estómago limón. Pues eso, limón.

También lo hay con frescor azul, extractos cítricos y desengrasante. El último es un poco ofensivo así que se sirve con el secretismo con el que se pide un Barceló-Cola Light o una Coca-Cola Light a secas una noche de sábado.

Y llegará el día en que los niños comiencen a echarse Don Limpio en lugar de Nenuco y olerán demasiado bien como para pasar desapercibidos. Y Hannibal Lecter resurgirá desde donde esté con ganas de pezqueñines. La empresa no tendría ni que cambiarle el nombre. Cuestión de tiempo.


Y mientras llega ese momento, voy al cine: Watchmen. Who watches the director? La caracterización de los personajes, los escenarios y los actores me parecieron de cine, valga la redundancia. Pero aquello que recae total y exclusivamente en el director... No haré un spoiler, sólo mencionaré que hay escenas, como una dentro de Archie, que rompen la atmósfera de novela gráfica totalmente. Que estamos hablando de héroes, ¡por Moore! Un poco de elegancia.

En resumen, la peli es larga y a mí se me hizo aún más larga. Repito que a los personajes, a la escenografía y a los actores les doy un 10, pero lo que liga estas herramientas para crear una película me pareció una cagada. No sé si pensar que a Zack Snyder le quedó grande el proyecto o que se tomó libertades desafortunadas, porque la materia prima de la peli es cojonuda pero me quedé con la sensación de que no se supo aprovechar del todo, lo que jode más que ver una peli mala a secas, sobre todo tratándose de Watchmen.

De todos modos, puede que a los no-fans, desconocedores de las dos horas largas que les aguardan a oscuras con esta temática a oscuras también, les guste e incluso les parezca un peliculón que trata el tema de manera original.

Quizá sea una peli pionera en ver antes de leer.

jueves, 5 de marzo de 2009

Las mil cosas y una cosa

Hoy me levante a las 7:30, son las 17:15 y hasta las 21 no pasaré por la resi. Y olé.

Durante este cuatrimestre seré una mujer tremendamente ocupada. En lugar de pelar mangos pelaré cables. En lugar de capoeira, ahora toca aikido. En lugar de nada pues me pasaré tardes en clases de interpretación.

Memorable mi iniciación al aikido el lunes pasado. Y más memorables aún que la iniciación son las agujetas que aún arrastro. Yo, que nunca fui persona de deportes, ahora me adentro en el mundo de las hostias bien dás. Durante el primer cuarto de hora me dediqué a aprender a caer hacia atrás; a lo largo del 2º cuarto de hora me dediqué a tirarme contra la colchoneta de frente como Peter Griffin cuando olvidó cómo sentarse, bajo la excusa de estar aprendiendo a caer hacia adelante. Toda una infancia de moretones entrenando para no caerse y ahora resulta que existe una manera correcta de hacerlo. ¡Mecagüen...! Deberían enseñarnos esto a los 2 años, para poder disfrutar a gusto de los montones de escombros de obras, de los bordillos en todas sus formas, de las piedras con las formas más temidas por las madres y las abuelas. En líneas generales, de "lo peor", por donde, por lo visto, siempre andaba yo.

El profesor es clavadito a Mike Myers, así que cuando nos comenta el nombre de algún movimiento se transforma en una especie de versión americana de Chiquito de la Calzada hablando japonés. Un poema. El poeta en cuestión es también profesor de mates aquí en la Politécnica.


Por cierto, hace tiempo que no comento el tiempo meteorológico por aquí: llueve o hace sol o hace viento o llueve y hace sol y hace viento. El frío es factor común.

Lanzaré pues para clase. A lo mejor cuando vuelva para casa tengo tanta suerte como el otro día y, mientras leo en el metro de vuelta, una mano morenita y regordita con hoyuelos se adentrará en mi campo de visión aferrada como a un clavo ardiendo a una bolsa de gominolas de colores con forma de ositos rebozados en azúcar. Esta vez igual le digo que sí y me como uno de color naranja vida, en lugar de comerme a Gonzalo el de Siete vidas. Qué personajes se encuentra una en el metro.