sábado, 19 de diciembre de 2009

El camino de baldosas amarillas y el asfaltado.

- ¡Qué fuerte! ¡Es que siempre habláis en pasado!
- Tú utilizas también el pasado, pero compuesto.


Esa es la primera y última conversación que tuve con un tipo que acababa de conocer y cuyo origen, por su tez morena, hubiera podido ser colombiano. Es de Andalucía, así que en lugar de tez morena diré piel aceituna. En Asturias, por comparación, sería negro como el carbón y, al otro lado del Atlántico, café.

Se refería a la diferencia entre el pretérito perfecto compuesto y pretérito perfecto simple (como para entrar en detalles...). Aún estoy calibrando el nivel de sorpresa y la expresión corporal teniendo en cuenta que viene de un español que reside en Madrid, capital europea multicultural, multiracial, multinacional. La de la corazonada olímpica que quedó en infarto.

He de confesar que me sentí como un mono abriendo un caramelo a punto de ser fusilado por un montón de índices de pequeño tamaño en algún zoo que se precie (o no). Lo he hablado muchas veces con mucha gente, lo del "he hecho" e "hice", y nunca nadie me había hecho sentirme repentinamente iluminada por un foco enorme y blanco sobre fondo negro, congelada en el tiempo y el espacio, con mi caramelo a medio desenvolver, hipnotizada por la luz (suenan risas enlatadas), en el mismo instante en que se está cometiendo un delito o una acción reprobable - in fraganti. Me sentí aborigen de los bosques del lejano norte, con cerbatana (¿lingüistica?) y todo.

Es un hecho. España en lugar de tener un telón de acero, tiene un telón chubasquero de Capitán Pescanova. Me explico: el entorno y sus características empapan un lado y por el otro resbalan. Unos ansían el espíritu de ciudadanía europea y otros alimentan las tradiciones tradicionales tradicionalistas de la España profunda, las reflejadas en las postales con faldas de sevillanas, imanes de paellera con langosta (¿pero quién se ha comido una langosta tan grande como una paellera familiar?) y, por supuesto, la bandera con el toro.

Un lado del telón evoluciona y el otro no. Éste ensalza la memoria histórica y reivindica la cultura popular, también histórica. Podría ilustrarse con la diferencia entre usar preservativo y no, si los espermatozoides fuesen reabsorbidos al rebotar contra el látex.


Por cierto, el andaluz del chiste está haciendo un máster en derecho empresarial.


Si mal no recuerdo, el lado impermeable es el amarillo, como el envés de un capote.

Cada cual que se sitúe.

jueves, 10 de diciembre de 2009

Revival II

27/03/07

Las pecas parecían disolverse en aquellas mejillas sonrosadas debido al calor, a las prisas y a la riña que le esperaba en casa impaciente. Las farolas del pueblo ya se habían encendido hacía un rato, cuando recuperaba el aliento y abría los ojos, y por la carretera secundaria, acueducto de los aires modernos de la ciudad, ya no pasaba ningún vehículo desde hacía varias horas. Ni una bicicleta de hierro, ya no eran horas de comerciantes.

Los zapatos le hacían un poco de daño en el orgullo, demasiado charol para 16 años y demasiado blancos para la cada vez más ligera inocencia, rasgada esa misma tarde, igual que el vestido de lino del que se encaprichó aquella zarza dichosa y que ahora tenía pequeñas manchas de color púrpura con sabor a mora, a sus labios, a su piel. Se decía a sí misma que, cuando llegase el momento, debería ser cautelosa, sensata, madura. Pero nunca planeó los ojos verdes, hipnóticos que le robaron la vergüenza en un suspiro, el derecho a gobernar sus instintos. Los ojos que le sumieron en un remolino de hojas, ramas rotas y hierba en el pelo; los que apagaron el sol de la tarde y acallaron los miedos más enraizados a su fe; los que redujeron el mundo a una burbuja al vacío, sin nombres, sin condición, sin conciencia, sin límites.

Tropezando con alguna que otra piedra, corría automática hacia la casa, reviviendo o, más bien, terminando de vivir aquella experiencia en la que lo más profundo de su ser pareció expandirse hacia el infinito a la velocidad de la luz, buscando desquiciada un muro final contra el que reventar en mil pedazos incandescentes... Duró poco más que la reanimación de la brasa de un cigarro en boca veterana, pero tuvo el efecto de la droga más adictiva.

Dobló la esquina y distinguió su portal bajo una luz tenue de farola de gas. Para su sorpresa, sintió un extraño alivio, como si le hubiesen quitado un peso de encima, a pesar de llegar una hora tarde. Se sacudió el pelo, plegó el vestido para ocultar las manchas de mora ...¿rojas?, creía haberse manchado de púrp... Un rayo de pánico la fulminó por dentro, sintió que se encogía y que le fallaban las rodillas. No pasa nada. No pasa nada. Respiró hondo un par de veces y recobró la serenidad. Entró en casa con la espalda arqueada y la cabeza gacha, quería volverse invisible.

- ¿Ana? ¿Eres tú? - su madre estaba en la cocina y su padre en el salón. Uno a cada lado de las escaleras que llevaban a su habitación.
- Sí. Sé que llego tar...
- Ya está hecha la cena. Cámbiate y ven.

¿No la iban a reñir?

- Por cierto, que sea la última vez que dejas al perro entrar en casa. Me ha destrozado la rebeca que me regaló tu abuela.
- Ah, lo siento, y siento la hora...
- ¿Qué dices? Venga, a cenar.

¡Aaah!

Y Ana cayó en la cuenta: es lo que tiene el final del verano, el atraso de hora...

lunes, 7 de diciembre de 2009

Revival I

Como los movimientos de mi cuenta de Fotolog son inversamente proporcionales a los de la cuenta del banco, me han desactivado mi pequeño rinconcito virtual en dicha red, es decir, ya no puedo publicar con ella, pero sí leer mis actualizaciones hasta el momento.

Así que, antes de que la hagan desaparecer del todo, he decidido recopilar las entradas a las que más cariño tengo y publicarlas por aquí poco a poco.

1, 2, 3, 14...



7/12/06

Cierro los ojos y me cubro el rostro con las manos. "1...2..." Apoya tus labios sobre los míos, y vuelca tu cajón de secretos en mi boca. "...3...4..." ¡Rápido, escóndelos uno a uno en mi caleidoscopio de sueños! "...5...6..." Hago trampa. Separo mis dedos en uve y abro un ojo. "...7...8..." Te descubro nervioso, con una sonrisa en los ojos y tus manos de niño a rebosar de tesoros perdidos en un bolsillo descosido. "...9...y..." Te das prisa, se te cae algún que otro momento. "...y..." Sigo espiándote: te enderezas, te sacudes el polvo de tus recuerdos de la ropa. Cierro mi ojo de nuevo. "...¡¡¡10!!!" Me doy la vuelta y la emoción te ilumina la cara. Te cojo de la mano y me pongo a buscar. Te guiñaré un ojo. Entonces sabrás que los he encontrado. Te besaré la frente. Entonces sabrás que están a salvo.