miércoles, 15 de abril de 2009

¡Barbaracoa!

A dos minutos de darnos dos besos se puso a llover. Y luego a granizar. Así que nos pusimos a salvo de la lluvia de agujas en un Vips.

Un té y una coca-cola en primera fila amenizaron el ensayo de lo que hemos de presentar mañana mi compañero y yo. Es la cuarta escena de La cantante calva (1950), de Eugène Ionesco. Teatro del absurdo. En un hall inglés, un señor y una señora, ambos ingleses, sentados frente a frente, creen haberse visto antes y comienzan a atar cabos, concretando cada vez más el lugar donde han podido conocerse. Desde "alguna parte" hasta la misma cama "con edredón verde, al fondo del pasillo, entre los retretes y la biblioteca" (al menos hay una distinción entre últimos lugares) y la misma hija rubia de "un ojo blanco y otro rojo". Resultan ser un matrimonio, que no pueden expresar mayor decepción al descubrir por fin quién es el otro.

Desde la mesa contigua nos miraba, curioso, un chico, como echándonos el ojo. Por si un día nos ve en la tele xD. Quiero pensar que porque lo hacíamos bien...

Cuando volví a fijarme en la mesa fue debido a un intenso olor a costillas con salsa barbacoa que, sorprendentemente, se estaban metiendo unas señoras antediluvianas entre faja y espalda. Eso sí, con sus collares, su traje de falda y chaqueta y su pelo cardado. Modernas a medias (¿panties?).
¿Dónde quedó el chocolate con churros?
Yo, la verdad, no me imagino a mis abuelas comiendo de un costillar más carnoso que ellas con salsa barbacoa a las 6 de la tarde. Es que no me imagino ni a mí. Las abuelas ya no huelen a crema de abuelas. Huelen a salsa barbacoa. Al final todavía tendré que sopesar la idea de Britney Spears de abuelas con piercings y tattoos.

Si es que empezamos con los descuentos del cine y parques de atracciones para niños y ancianos y cuando nos demos cuenta el happy meal dará a escoger entre un juguete y un año de cotización en la seguridad social.

Mis dos abuelas han estado en parques temáticos. Una de ellas incluso subió al Dragon Khan. Y sufre del corazón. Y desde antes de haberse montado en la atracción. Y ahora recuerdo que sabe jugar con el diábolo mejor que muchos. Anda, ésta igual se anima al costillar. Se lo preguntaré.

- Abuelita, ¿te hace un costillar con salsa barbacoa?
- "Oc", pero después del concierto, que si no con la cerveza y los pogos igual me guevuelvo.






Por lo demás, mi vida se reparte entre la fotografía, la universidad y el monedero, que ya está temblando por la temporada de fechas señaladas en la que me adentro, con más cumpleaños que días tiene el mes, casi.



Y esto ha sido todo por hoy. Un besaco en el sobaco para cada uno de vosotros, mis queridos/as lectores/as.

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