martes, 24 de agosto de 2010

"Fiestes de prau, de les de siempre"

Y me refiero a las de pueblos en los que aún no tiene sentido el reconocimiento oficial por necesidad que se le viene otorgando al botellón y en los que no hay afluencia masiva de gente.

"Prau" (prado), carpa, sidra, bollos de chorizo, vino que no se conoce más allá de los confines de la verbena, una orquesta de músicos uniformados con un gusto únicamente comparable con el precio del vino, espontáneos esperpénticos ("esperpontáneos"), desenfado y familiaridad general. También hay concursos de canto tradicional o "toná" (hablando en plata, cantar a voces imitables por una gaita) y de baile.
 

El baile.
En estas francachelas rurales existe un "Decálogo del buen bailar" no escrito, pero asumido con máximo grado de respeto por todos los asistentes, generación tras generación, desde tiempos inmemoriables. Cabe destacar el derivado de esta joya del folklore que es el "Decálogo para el buen bailar - especial bodas".

Las normas básicas originales son las siguientes:

1. Desde el momento en que la pareja decide adentrarse en la pista de baile, ambos miembros han de levantarse de la silla con una intención superlativa (que con la edad decrece) de sentar cátedra como que no quiere la cosa. Indicios de haber iniciado este ritual milenario se aprecian porque se resiste la boca tan fuertemente a dibujar una sonrisa que ésta ha de asomarse por los ojos, resultando en una mirada provocadora y divertida.

2. Una vez en la zona de danza, se ha de adoptar una actitud hierática, caracterizada por una rigidez cervical notoria.

3. Al coger a la pareja, los codos han de quedar a la altura de los hombros. Son tus codos los que han de quedar a la altura de tus hombros.

4. Es preciso mirar al infinito por encima del hombro de la pareja de baile y evitar, en la medida de lo posible, desviar la atención del horizonte. Esto es, si tu pareja te sorprende con un jocoso comentario fruto de la excitación del momento, tú desvías la mirada forzosamente hacia él/ella, asientes, sonríes sin enseñar los dientes (esto es importante, ya que denota seriedad y concentración en la tarea y, por tanto, es una muestra de respeto a los antepasados) y rápidamente retomas la posición inicial.

5. Hay que considerarse a sí mismo un paquete. Me explico: hay que comportarse como un solo cuerpo, compacto. No se tienen extremidades (y si se tienen son de escayola; me pregunto si esto afectará a todo, todito el cuerpo).

6. Los pasos de baile se corresponden con los de un pasodoble amateur, suene la canción que suene, y deberán dibujar una imaginaria estrella de múltiples puntas en el espacio de pista conquistado.

7. El movimiento de los pies ha de ser seco, seguro. Confiad, no pisaréis jamás a vuestra pareja. Y que el entorno observador no os gobierne, es impensable que alguien cuestione la profesionalidad de la técnica de baile.

8. El hombre ha de estar constantemente atento a todo. Más que por caballerosidad, por agarrarse como un clavo ardiendo a cualquier suceso que tenga lugar a su alrededor mientras baila y que, al informar divertido a su pareja (punto número cuatro), desvíe la atención de su mínima destreza para el baile, provocando una placentera sensación de alivio en el caballero. Este gesto se repetirá a lo largo de la canción hasta el fin de la misma.

9. Cuando la música llega a su fin, la pareja recobrará la naturalidad en las articulaciones y, separándose un miembro del otro, sonrientes se aplaudirán a sí mismos. Varias parejas realizando este ejercicio al mismo tiempo darán la sensación de estar aplaudiendo al resto de participantes.

10. Bajo el popular lema "aquí no ha pasado nada", la pareja se dirigirá a sus respectivas sillas de plástico blancas y retomará su actividad previa a la danza (probablemente, echando un "culín").


Los esperpontáneos
En "les fiestes de prau" se distinguen personajes que han entrado como mitos en éste, nuestro s.XXI. Por mucho que cambien los tiempos, ellos permanecen. Un pueblo no se concibe sin ellos, sobre todo un pueblo en fiestas. Son las víctimas de la facilidad que tienen los vecinos para acuñar títulos de infamia que siempre terminan en "del pueblo". Unos ejemplos son: "el borracho del pueblo", "el tonto del pueblo" o "la loca del pueblo".

En este caso, me centraré en el título más vanguardista de todos: "el trasesual del pueblo". Estas hijas del destape emanan un halo de inadaptadas difícilmente disimulable. Incluso si servidora no es del pueblo, acaba desviando la mirada hacia este personaje por alguna razón que escapa a su comprensión. Cuando decides compartir la impresión y comentas lo sola que está y la manera tan psicodélica de bailar que tiene, te explican: "ah, esa antes era Manolo; fue a Barcelona a operarse y todo porque entonces no había más sitios". Y tú sin saberlo. "Hay que ver, ¡no parece un hombre!" Pues claro...

Es, cuando menos, curiosa esta reacción y, además, muy común. Permitidme que haga un inciso aquí. En el fondo, nuestra mente es tan vil y morbosa que inconscientemente esperamos que el resultado de la operación sea un aborto de la misma. Un freak de feria. Mujer barbuda, hombre con curvas, un deportista con peluca y minifalda, una voz de orco atrapada en un cuerpo de sílfide... Y así y todo tildamos de raros sin despeinarnos a aquéllos con una realidad, aunque diferente, bastante más "normal" - sea lo que esto sea - que lo que imaginamos a priori.

Retomando la verbena, Manola estará bailando sola con su pinta de vino interminable (aquí sí que "hay paisano"...), los ojos cerrados y el equilibrio intermitente. Habiendo superado el drama de cambiarse de sexo siendo de un pueblo pequeño, poco le importará bailar dejándose llevar, con la vista fija en la única persona que la entiende: ella misma.


Son únicas estas fiestas. A la luz de los farolillos de colores, que contienen la magia de la verbena como un círculo de sal, se deja una llevar por la orquesta cacofónica y sus canciones pasadas de moda, por la gente y el buen humor, por la amistad, la sidra y el barro de los pies, en plena oscuridad del monte, como en secreto, y tiene una ya uno de los mejores recuerdos del verano, de los que brota una carcajada así, sin avisar.
Y digo yo, que en una región de historia celta, una celebración aislada en una pradera alta no deja de ser la evolución natural de un ritual en honor al dios pertinente...

¡Pues brindo por el dios de las pequeñas cosas, que al final del día, siempre son las mejores!

2 comentarios:

Pelayo dijo...

Enorme el concepto de "esperpontáneo". Una de mis tus palabras preferidas desde ya!

Y para la celebración celta, sólo hubiese faltado un pequeñisimo detalle: brindar en cuernos de cerveza ;)

Anónimo dijo...

no lo hubiera descrito mejor....y por supuesto, una vez más, las cosas pequeñas son las que permanecen y crean complicidad!!!

que vivan les fiestes de loriana 2010!!!

Mari.