sábado, 10 de enero de 2009

Ver para creer.

Hola, soy Bárbara. Una chica bajita, tan menuda que no puede donar sangre porque me quedaría sin ella (esta era una chica tan pequeña, tan pequeña, tan pequeña que no consultaba los análisis de sangre con el médico, sino con el taxidermista... ja ja ja), con genio, pero de buen corazón, y hoy casi hago estallar un vestido de la talla S.

¡La culpa es de los padres, que las visten como putas!

Lo pasé francamente mal. El mundo de la moda es muy cruel. Estuve 10 minutos de reloj y de sudores fríos intentando quitar el vestido por la cabeza, porque por la cadera era imposible. ¿Elastán? ¿Qué es eso? Yo solo me pruebo vestidos de trapo. Harapos. Eso sí, harapos de la capital.

Total, que de tanto fozar con el vestido acabé con tal muesca en cada hombro que ríete tú del cuerpo por partes de la Barbie. Las axilas quedaron listas para ser sembradas.

Barajaré esta última idea en vista del éxito gastronómico de mi residencia. Ayer en la comida, había de primero: coliflor, patata cocida y zanahoria. Y tuve suerte porque no había mucha gente en la cola de racionamiento y me pude hacer un hueco al lado de la hoguera de periódicos, ya que mi radiador principal no funciona. Kaput. Así me iba la gargantitis con la que llegué y a la que el tiempo homenajeó con una nevada histórica... Empecé a estudiar y a dormir en una habitación que está libre y caliente y aislada de los latigazos sónicos del acordeonista. Es más peque, pero para estos días está muy bien.

Retomando la historia del vestido, con mucho miedo y cansancio (porque los tíos no tenéis esta experiencia de quedar atrapados en un vestido o una camiseta de tirantes, y cansa MUCHO luchar contra un cacho de tela) tiré y por fin me lo pude quitar. Faltó el canto de una navaja para rajarlo, porque no suelo llevar de eso en el bolso.

Especial mención al body milk que mantiene mi piel hidratada 24 horas al días y actuó como lubricante. Este efecto secundario de la crema hidratante no lo mencionan en los anuncios y deberían. De la misma manera que nunca se menciona la cantidad de cosas que tienen arreglo con un quitaesmalte. Aaaaay si MacGyver fuese tía...

Obviamente no me llevé el vestido.

Más rebajas. En otra tienda que empieza por z y acaba por ara (lo que hizo el vestido con mis axilas) vi a un... señor preparando el tabaco de liar para hacer un cigarro. Estaba apoyado en un mostrador con una masa con vida propia y combulsiones constantes de jerseys y chaquetas de punto y angora, los mejores repelentes del tabaco. Es más, estos jerseys lavados con Perlan son al tabaco lo que tajar ceras de colores a los dedos ( y a las manos, y a la ropa, y al suelo...). Si no conocéis la experiencia de tajar ceras de colores, es que no tuvisteis infancia. Probadlo y seréis libres, mis fieles seguidores.

Y esto en plenas rebajas. En Fuencarral. En ZARA, la plaza de abastos de la ropa.

Están locos estos madrileños.


Por último, desde aquí hago un llamamiento a los ciudadanos Kane del mundo. Habiendo recorrido mucho camino, subido y bajado yo con mi maletón, mi portátil y mi mochila de más de 7 kg a la espalda un buen trecho de escaleras (un BUEN trecho de escaleras, creedme; desde Chamartín hasta Quevedo en metro, para los entendidos en esto), quedé descansando en un descansillo, que para eso están, mirando hacia la luz que venía de mi meta: la calle. Cuando, hecha polvo ya, me mentalizaba para subir dos últimos tramos de escaleras, se acercó una chica con acento ruso y se ofreció a ayudarme. Pocas cosas he agradecido en mi vida como esta.

Tiene bemoles que haya tenido que ayudarme una mujer procedente de Rusia porque los propios madrileños/residentes en Madrid no se ofrecieron en ningún momento. 10 minutos, sin contar el tiempo en que subí las escaleras anteriores, sin traje de invisibilidad ni nada. En una boca de metro. A las 5 de la tarde. Para alucinar. Sólo uno en Cuatro Caminos me indicó dónde estaba el ascensor sin preguntar yo (sirva de referencia para imaginar como iba de cargada).

Y este año lo que viene fuerte es la gripe, no los huesos de cristal.

Está claro que si necesitas ayuda sólo te la darán aquéllos que conozcan la necesidad.


No estaría mal que rebajásemos la empatía por mutuo acuerdo. Está realmente cara.

1 comentario:

Pelayo dijo...

Dan ganas de referirse a la chica del descansillo como Sor Irina de Quevedo, o el Hada de las Escaleras.

Acojonante que la gente pase como si no fuese con ella...


Encuentro similitudes entre tus rebajas y las mias! Yo tampoco podía salir de un traje ... ¿he dicho podía? bueno, encaja mejor con la realidad "quería", pero oyes, que de igual modo me quedé atrapado en aquel cacho de tela (también ausente de elastán, claro)

Y mi estómago y yo nos vamos a dormir, a ver qué tal se nos da... :$