Por la calle, delante de mí, iba un niño pelado, con tono amarillento. De la luz del sol, prefiero pensar. En brazos de su padre, que era muy alto, y cogido a un globo azul de helio. Más cerca del cielo que de la tierra.
Su hermana intentaba amaestrar un monopatín pequeño con el apoyo físico de su madre, pero siempre a punto de caer. La tierra la reclamaba.
Con la voz más débil que he oído nunca salir de la boca de un niño emocionado y divertido, un sábado primaveral, un día estupendo, le decía el valiente a su hermana: "¡Agárrate!¡Agárrate!".
Agarraos a la vida. Lo más fuerte que podáis.
No hay comentarios:
Publicar un comentario