sábado, 6 de diciembre de 2008

De profundis

Otro viernes más de fiesta salvaje. Esta vez me tomé una cerveza con los de IT Crowd (s01e01-02) y Christophe, el alemán del culo, con perdón. Recordando viejos tiempos yo y viviendo nuevos Christophe. Qué gente tan maja estos del departamento de informática, oye. No veo el día de llegar al vibrador de móvil o al anuncio antipiratería otra vez.

La monotonía que me abriga los fines de semana (muy mal, por cierto, porque ya enfermé dos veces), paradójicamente, sigue en activo. He de recurrir a historias que aviven mis sentidos y mi imaginación. Endorfinas en la mente, como dirían los de Chambao.
Este fin de semana investigo acerca del amor secreto de Oscar Wilde y la razón que lo encerró en la prisión de Reading.
Que la razón te encierre en una prisión... Es indignante y, además, uno de los patrones de castigo del individuo por incomprensión o impertinencia política y/o cultural y/o religiosa más repetido de la historia, cada uno a su manera y en su época. Y los casos actuales que no conoceremos por estar sellados con el lacre de los secretos de estado... Ojos que no ven, corazón que no siente...

Yo a eso siempre respondo que la realidad supera la ficción. No hay más que pronunciar el apellido científico de la raza humana varias veces seguidas para darse cuenta de lo intrínseca que es la razón en nosotros. Sí, nos distingue de los demás animales, pero esa no es su única función. Para ese cometido valdrían dientes de cerámica o pies de madera. La racionalidad nos convierte en capaces de llegar a un acuerdo al margen del poder y de la fuerza física. Y sin embargo siguen leyéndose titulares en la prensa que producen escalofríos.

Como diría Douglas Adams, "Era, como suele decirse, muy humano. En otras palabras, era un organismo basado en el carbono, bípedo y descendiente del mono".

De nosotros depende modificar esa definición. De todos, no sólo de los que no tienen qué perder.

Mientras escribo esto, me llega un solo de trompeta solemne y melancólico, un himno al pasado, del cuarto de un alemán... Amén.

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