lunes, 15 de diciembre de 2008

En Navidad, Carboncilla, algo pequeño encontró...



Tengo un nuevo objetivo y no hablo de propósitos de año nuevo. Se trata de un zoom que fui a recoger hoy en metro a la Europa Oriental. No nevaba, pero hacía bastante frío y algo de aire, me comunica mi garganta. Tras haber librado una batalla contra el sueño anoche, hoy he amanecido sedienta de descanso, lo que no hizo más llevadera la travesía que narro. Habiendo dormido poco más de 5 horas y sin siesta, adentréme yo en el metro con nervios por mis Reyes adelantados...

Ya veis, en vez de atravesar ellos sobre sus camellos desiertos enteros hasta llegar a mi casa, ahora tengo que atravesar yo el mundo entero para coger los regalos de la albarda del camello. Y no me dieron ni galletas ni leche(s).

La albarda del camello en cuestión era un sótano en la 1ª planta (verídico), por aquéllo de seguir con el mundo al revés. Caminé un rato por la calle Alcalá (que es varias veces la calle Uría) en dirección contraria a la pertinente hasta darme cuenta de esto último. Viré sobre un pie y continué mi marcha en sentido contrario. Luego bajé 50238976582 metros y llegué a un portal decorado como tantos en esta época.

Desde aquí mando un saludo a mi vagancia por haberme hecho entrar en el ascensor para ir al 1º, porque de haber querido subir andando:

1. No sé si habría llegado a ese 1er piso con aspecto de -1 (esto me recuerda a cierto episodio en el Vicerrectorado de la Universidad de Oviedo); no vi escaleras una vez allí.

2. Si hubiese llegado, quizá no estaría aquí sentada en mi juicio, como si de una maleta a reventar se tratase, exprimiéndolo con mi peso pluma para contaros todo esto de la manera más clara posible. Quizá aún andaría perdida por un universo secreto al haberme caído a través de una grieta un poco gorda en una arquitectura obra de Escher.

Al abrir el ascensor vi gris por todas partes, en forma de cemento, de pintura de parking, de coche viejo, de taller, de polvo de ese típico de garaje que mancha una vez sí y otra también por lo siglos de los siglos... Así debía sentirse Jen (IT Crowd) cuando bajó por primera vez al IT Department. Era como si un tornado hubiese estado jugando al limbo con el piso cero de todos los edificios del mundo como nivel y del esfuerzo hubiese tropezado y caído de morros en el primer piso de aquel edificio. Todo aquello que se busca y se encuentra en los pisos negativos era lo que había allí. Un batido de sótanos. Un edificio al revés, por aquello de seguir con los papeles invertidos de mi historia.

Fisgué un poco y no encontré el local que buscaba. LLamé al ascensor de nuevo (y esta vez sí busqué escaleras) (mientras esperaba al ascensor, vale...), cuando apareció un guardia de seguridad. Le pregunté por un local de recogida de paquetes (¡Dios mío, yo diciéndole esto a un guardia en aquel sótano lúgubre, solitario y aislado, sin que nadie supiese que estaba allí!) de fotografía y me dijo: venga. Y fui, obediente cual Lázara. A partir de aquel momento, la conversación fue la siguiente:
Segurata: ¡Ah! ¿Ftbmmm?
Yo: ¿Cómo?
S: ¡¡Ftbmmm!!
Y: ¿Disculpe?
S: ¡¡Ftboommmmmm!!
Y: ¡Fotoboom! Sí, ¡eso! Disculpe, no le oía bien...

Cabe decir que es la conversación más interesante que he tenido con un representante de la seguridad. Es única. Nunca había sufrido interferencias a viva voz. Y me quedé con la intriga de si a estos guardias también se les llama gorilas...

Le seguí y llegamos ambos dos a un portón de hojalata con una puerta más pequeña incrustada en su fisionomía. De estos grises (como no) que, si los plisas, son puertas de garaje, y ,si los alisas y sueldas los dos extremos más alejados, serían un tambor de una lavadora.

Allí había un din A4 apaisado y pegado con poco entusiasmo en esa superficie arada de plata barata. No sabría decir si se escribió antes o después de haberlo pegado allí. En rotulador del tipo Edding se leía: Fotoboom. Y si no te gusta te piras, ¿oyisti?

Llamó el amable segurata al timbre y desde dentro se abrió la puerta. Ahí salió de escena el hombre de uniforme. Cambiaron las luces y ante mí apareció un señor que me contestó no te lo damos al comentarle yo a qué venía. No sé si esperaba que yo me echase a llorar y llamase a mi Mamá. Me contuve porque no tenía Kleenex, así que se tuvo que chinchar.

Me atendió propiamente dicho otro señor. Este segundo era un clon del guía ese tan jovial de Astérix y Obélix en Las doce pruebas, lo que también me recuerda al episodio del vicerrectorado de la Universidad de Oviedo.

Humor a raudales en el zulo.

Con una calma que amenazaba con sublimarse a ira en caso de interrupción, intercambiamos datos y dineros, me contó todo lo que yo ya sabía acerca de mi paquete, con perdón, y me fui.


Deshice lo andado por Europa del Este y arrivé a casa con un cansancio quepaqué.

Solamente hice una pequeña parada en una librería para hacerme con La melancólica muerte del chico ostra, de Tim Burton.

Mañana os contaré por qué...

1 comentario:

Pelayo dijo...

Lo mismo el guardia de seguridad estaba merendandose un polvorón (gris, claro) en el momento en el que quiso decir "Fotoboom". Yo lo he intentado y la verdad es que resulta verosímil :P


Espero que no hayas pillado la gripe del Este, porque debe ser la única que me falta en la colección ... mi maaaaaaadre que malu toy y qué poco me quejo xD


Y a partir de la semana que viene, más paquetes !! ^^